Socialistes de Vinaròs

En memoria de los que murieron por una España mejor, por una España socialista…

En estos momentos de recuerdos que duelen como heridas aún no cerradas, quisiéramos traer a la memoria a Miguel Hernández no solo como Miguel Hernández, el de los aceituneros altivos o el de la nana de la cebolla, sino como al preso, uno más de los que murieron en las cárceles de la dictadura franquista, pero es que además y sobre todo quisiéramos usar su imagen, en nombre de los miles que ni siquiera murieron por nosotros en esas cárceles, enterrados por algún familiar valiente, sino que simplemente ¡DESAPARECIERON!

Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”                                                                

                                                                                         Pablo Neruda

 

LA TINTA SANGRE DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Amor:

No sabes qué compañero mío se ha vuelto,

Miguel Hernández, amor,

Imagínate que hasta tengo su nudo en mi garganta,

imagínate que ahora tengo que cantar por él,

como él cantó por mí…

Es qué, ¿sabes? ahora que no está,

Porque también soy pueblo

me toca cantar por él, y por mi,

aún sin ser poeta, 

las cosas que se le quedaron en el tintero

 justo cuando ese tiro,

peor que el del paredón

el de la prisión oscura,

a sus 30 años,

bala dum-dum de tuberculosis, y tifoidea

le segó la vida,

con el tintero aún lleno de mi tinta,

tanta tinta, tinta sangre,

Justo cuando cantaba por mí… 

ahora, tengo yo en mi voz, la suya,

ojalá la del pueblo, tanto para cantar,

su lengua, la mía, tanto para hablar,

para recitar, rima a rima…

tanta tinta, tinta sangre,

que se le quedó en el tintero… 

Sabes amor: tres más que yo ahora, tenía

Porque 30 años hace que en su mazmorra,

fría, oscura, lúgubre, encerrado pero más libre que nunca,

de tuberculosis y tifoidea lo mató

el mismo caudillo del diablo, que sigue,

igual que a él hiriéndome las viseras, las del pueblo

hiriéndome el corazón, más que los pulmones

hiriéndome el alma… 

                                                                                             Oscar Alvarez

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